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ESTO ES DE LOCOS¡¡¡¡

Uno que se va

Aquellos escualidos dedos morenos por el tiempo al sol se intentaban acercar a las últimas gotas de agua que acompasaban al ritmo de su respirar como si fuesen los últimos suspiros que sus pulmones exhalaban.

A la orilla de aquel río sentía como por aquel agujero se le escapaba un torrente de sangre como si de una corriente se tratase. El frío se le metía entre los huesos y una molesta tos seca no le dejaba tranquilo desde hacía escasos tres minutos. A cada bocanada de aire se le escapaba vida de las mismas entrañas de sus pulmones. Aquello son duda tenía que ser el final de toda una vida. Una vida de despropósitos sin duda que le había perseguidos prácticamente desde que nació. Pero por qué había llegado a ese punto, por qué con tan solo 28 años de edad se encontraba tirado junto al único río navegable de España con dos tiros en la barriga y sin saber muy bien en que parte de tan increible río se encontraba. Con los ojos vidriosos y desencajados, más por el dolor que por la pena de saberse muerto, no conseguí ubicarse en ninguna parte de la ciudad conocida de su río. Más bien aquello se parecía a un auténtico cenagal de juncos y malezas indescriptible, no había duda que sabían donde lo habían dejado.

En calzoncillos que se encontraba sentía el reguero de sangre caliente bajo su culo, allí tenía que haber mucha sangre, más que la que se le escapaba entre los dedos con los que inutilmente intentaba tapar aquella herida. Sin quererlo comenzó a llorar tímidamente. Sabía que no tardaría más de 10 minutos, 20 a lo máximo para empezar a ser un recuerdo en este mundo.

No quería repasar su vida, no quería recordar a nadie, le dolía tanto todo, absolutamente todo, que no tenía ni la más mínima intención de pensar, consideraba inútil gastar energías en algo que no le reportaría lo más mínimo. El frío cada vez era más intenso, se miró los pies descalzos y embarrados, estaban completamente blancos, más que blancos amarillos, había perdido demasiada sangre. Se comenzaba a sentir mareado, sentía náuseas, la tos apenas le dejaba respirar y su respirar ya no era más que un triste quejido perruno. Estaba convencido qe si intentase hablar lo único que saldría de su boca sería sangre, porque sentía sus borbotones y su sabor juston en la campanilla.

Su brazo izquierdo ya no tenía fuerza para taponar, sentía un hormigueo que le hacía tener la sensación de tenerlo dormido y lo dejo reposar junto a su cadera, hbaría pasado 4 minutos desde la última vez que pensó en el tiempo que se le escapaba. El agua del río comenzaba acariciarle tímidamente los dedos de su mano inerte, aquellos hijos de puta habían pensado en todo, incluso en la crecida del río para no tener ni que tocar el cadáver. Malditos cabrones.

A lo lejos podía ver una silutea que le miraba, era uno de ellos, que esperaba a que se fuera de este mundo para decírselo a su jefe. El dolor ya ni tan siquiera se sentía pues era una sensación más dentro de su cuerpo. Aquel puñal clavado era ya normal dentro de su físico maltrecho.

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